
A dos meses de haber cambiado el sistema de distribución de pañales, el PAMI sigue sin poder garantizar el acceso a este insumo básico para miles de jubilados. Lo que prometieron como un “sistema más eficiente” se transformó en una pesadilla de trámites, viajes interminables, reclamos ignorados y familias desesperadas.
Gabriela, vecina de Lavalle, sintetiza el drama: “Esto a mí ya me mató”. Hace más de un mes intenta conseguir los pañales para su padre. Repite trámites, reclama en oficinas, actualiza datos que ya había entregado… pero el paquete nunca llega. Mientras tanto, gasta 8 mil pesos por paquete y debe faltar a su trabajo para peregrinar de oficina en oficina.
Y no es la única. Hay adultos mayores que esperan entregas que jamás llegan, direcciones mal cargadas, domicilios imposibles de ubicar, empresas tercerizadas sin carteles ni accesibilidad, líneas telefónicas que no responden, y sedes invisibles.
El resultado: abuelos que quedan solos, cuidadores ausentes, traslados costosos y jubilaciones que no alcanzan para cubrir la negligencia estatal.
Todo por un sistema que el Gobierno impuso para “evitar la reventa” en redes sociales, pero que hoy deja sin pañales a quienes más lo necesitan. Mientras el PAMI habla de eficiencia, la realidad expone lo contrario: maltrato, abandono y un Estado que le da la espalda a los que ya dieron todo.
¿La entrega en farmacias? Funcionaba. Ahora, en nombre de la trazabilidad y la transparencia, crearon una maraña burocrática que hace sufrir a los más vulnerables. Esto no es modernización: es abandono disfrazado de gestión.