El humorista y columnista de Los Andes se desvaneció en Mitre y Colón. No tenía antecedentes cardíacos. Su letra de “Otoño en Mendoza” es una de sus obras más recordadas.
Era una mañana llena de ansiedad para Jorge Sosa, el poeta, humorista y columnista de Los Andes, quien se incorporaba hoy a un programa radial. Pero la salud le jugó una mala pasada, y cuando caminaba por la intersección de Colón y Mitre, comenzó a sentirse mal. Rápidamente, se descompensó, y cayó inconsciente al suelo. Eran cerca de las 9.
Minutos después, los servicios de emergencia llegaron a asistirlo, pero debieron trasladarlo al Hospital Central, después de practicarle reanimación cardiopulmonar (RCP).
Allí, fue internado de inmediato en la unidad coronaria de cuidados intensivos, con pronóstico reservado.
Por supuesto, sus allegados se acercaron a acompañarlo, angustiados por el estado grave en que, según le comunicaban, parecía estar.
Sin embargo, a las 11.30, los médicos encargados de su cuidado tuvieron que salir a comunicar la mala noticia: Jorge Sosa acababa de fallecer.
Según un allegado, que estuvo cerca del escritor hasta sus últimos momentos, Sosa no había manifestado problemas cardíacos con anterioridad.
La poesía y el humor
Jorge Sosa había nacido en Zavalla (Santa Fe) y a los 18 años salió de su pueblo hacia San Juan, para estudiar allí ingeniería en Petróleo. Pero pronto se vio seducido por Mendoza, y se afincó en esta provincia, donde descubrió que su plenitud llegaba al explorar otra faceta: la de escritor. Pero su carisma también le permitió mostrar la cara, así que rápidamente se convirtió en humorista.
Comenzó a mostrar su arte en 1976, en Radio Nihuil, con programas como Los Habitantes de la Noche , Jornada, Fiesta, Sol arriba y muchos más, en los que desplegó una gran galería de personajes, que animaban con humor las emisiones.
Además, como poeta, publicó varios libros, pero es especialmente apreciado por la letra de una de las canciones emblemáticas de nuestra provincia: Otoño en Mendoza, con música de Damián Sánchez, una tonada que inmortalizó Pocho Sosa, colega y amigo con quien hizo además muchos espectáculos teatrales.
Sosa escribía semanalmente su columna en diario Los Andes, que aparecía regularmente los sábados y domingos, y donde hacía gala de su humor, de su habilidad para los juegos de palabras, y de su sensibilidad.