Fernando Coronel Fanin, hijo de un reconocido pastor evangelista, fue condenado a tres años de prisión en suspenso por abusar sexualmente de una adolescente que participaba de actividades en la iglesia de su padre. La pena no se cumple en la cárcel: quedó en libertad, pese a la gravedad de los hechos.
Lo más alarmante para la comunidad es que Coronel Fanin sigue trabajando como psicólogo, en contacto con personas vulnerables y jóvenes, mientras la Justicia avala su libertad a pesar de haber admitido el abuso.
La víctima, una chica que confiaba en el espacio religioso y en la autoridad moral de su agresor, enfrenta ahora el dolor de ver a su abusador sin restricciones. Además, se supo que un primo de Coronel Fanin también fue condenado por un abuso sexual dentro del mismo círculo familiar y religioso.
El caso expone una vez más la doble cara de quienes pregonan valores de fe y familia, pero encubren delitos aberrantes dentro de sus propias paredes. La condena en suspenso alimenta la bronca de quienes exigen que los abusadores no sigan cerca de posibles nuevas víctimas.
Mientras tanto, la pregunta crece: ¿quién controla que alguien condenado por abuso no vuelva a hacerlo cuando sigue ejerciendo una profesión de confianza.
Nota realizada con informacion del Diario La Nación.