En Mendoza, los precios de la carne han vuelto a subir, esta vez hasta un 15%, con cortes que ya superan las cinco cifras, convirtiéndose en un lujo para la mayoría de los argentinos. Mientras las familias luchan por incluir este alimento esencial en su mesa, las grandes empresas exportadoras siguen incrementando sus ganancias, priorizando el mercado externo donde los precios son mucho más rentables.
Según comerciantes e industriales, la principal razón del aumento es la escasez de hacienda proveniente de zonas como San Luis y Córdoba. Sin embargo, detrás de esta explicación se esconde una realidad más cruda: la balanza comercial argentina sigue privilegiando las exportaciones, dejando al mercado interno con menos oferta y precios desorbitantes.
Con las Fiestas de fin de año a la vuelta de la esquina, este aumento llega como un golpe más para los bolsillos de los argentinos, que ven cada vez más lejano el asado tradicional o un plato de milanesas. La situación pone en evidencia una paradoja dolorosa: Argentina, históricamente conocida como uno de los mayores productores de carne del mundo, se enfrenta a un escenario en el que muchos de sus habitantes ya no pueden acceder a ella.
Mientras tanto, el sector exportador sigue celebrando la alta demanda internacional, priorizando mercados como China y Europa, donde los precios que pagan por los cortes premium les generan mayores beneficios. ¿Hasta cuándo se podrá sostener esta política que pone en jaque el acceso a la carne para los argentinos? Las respuestas parecen tan escasas como la carne en las góndolas del país.