
La inoperancia, la desidia y la justicia que no actúa, todo resumido en un nuevo ataque salvaje en Las Heras. Un trabajador de una empaquetadora de ajo pelea por su vida en el Hospital Carrillo después de ser brutalmente mordido por dos pitbulls, pero esto no fue un accidente: es la consecuencia directa de un Estado ausente que ignoró las denuncias de los vecinos, quienes llevan meses viviendo aterrados.
La historia de estos perros, usados como «medida de seguridad» en la empaquetadora Lufran, es un prontuario de violencia que las autoridades eligieron ignorar. «Hace un año atrás mordieron a un vecino que trabajaba en el galpón, los perros le arrancaron la oreja. Ese muchacho está en juicio con esta gente», relató una vecina, harta de la impunidad.
Pero el ataque al hombre sin oreja no fue suficiente para que la justicia o el municipio actuaran. «Después de ese ataque, mordieron a mi sobrino de 22 años y le destrozaron todos los brazos. Hicimos la denuncia y llamé a la policía porque fui amenazada para no poner la denuncia», agregó la misma mujer.
Dos ataques brutales, amenazas y denuncias formales. ¿La respuesta del municipio? «No estaban en el registro de perros peligrosos». Una confesión de incompetencia total.
El tercer ataque, ocurrido ahora, fue la consecuencia lógica. Mientras los compañeros de la víctima intentaban salvarlo de los perros, los dueños, en un acto criminal, intentaron subir a los animales a una camioneta para esconderlos y fugarlos.
Los vecinos están aterrados y con razón: «Si llegan a agarrar a una persona mayor o algún niño, lo matan». La pregunta es cuántas víctimas más necesita la fiscalía y la Municipalidad de Las Heras para actuar contra unos dueños irresponsables y unos perros que ya demostraron ser armas letales.