
Mientras el Gobierno de Javier Milei celebra con bombos y platillos una supuesta baja de la inflación, la realidad en las calles de Mendoza es un brutal cachetazo. La Dirección de Estadísticas e Investigaciones (DEIE) acaba de confirmar lo que miles de familias ya sienten en la piel: la línea de la pobreza superó la barrera psicológica del millón de pesos, una cifra que se ha vuelto un lujo inalcanzable para la mayoría.
El engaño de los promedios queda en evidencia en el informe. Aunque el gobierno festeja un 2% provincial, servicios esenciales que nadie puede dejar de pagar se fueron por las nubes: Transporte y Comunicaciones un 4,3%, Educación un 4,1% y Vivienda y Servicios Básicos un 4%. Es decir, el costo real de vivir, de moverse, de educar a los hijos y de tener un techo se duplicó respecto al índice que usan para su propaganda.
¿Cuál es la trampa detrás de esta «inflación controlada»? Economistas lo advierten sin rodeos: es el resultado de un derrumbe catastrófico del consumo. La «estabilidad» se construye sobre la base de una recesión brutal donde la gente ya no tiene dinero para comprar, por lo que los precios no tienen margen para subir. Festejan que los argentinos están tan empobrecidos que han dejado de consumir.
Para no ser indigente, es decir, para poder comer, una familia mendocina necesitó en agosto casi medio millón de pesos ($430.766). Para no ser pobre, la cifra trepa al impagable $1.051.070. El gobierno celebra una estadística fría, mientras la realidad condena a cada vez más familias a elegir entre pagar el alquiler o poner un plato de comida en la mesa.