La inoperancia política ahoga a Los Corralitos en un mar de desechos cloacales

Mientras los funcionarios celebran la firma de un papel, los vecinos de Los Corralitos y zonas aledañas llevan años, literalmente, con los desechos hasta el cuello. La tan anunciada «emergencia ambiental y sanitaria» declarada por el municipio de Guaymallén, comandado por Marcos Calvente, no es más que el reconocimiento tardío y vergonzoso de un abandono crónico que ha convertido barrios enteros en una cloaca a cielo abierto.

Desde hace al menos cuatro años, la vida en la intersección de Severo del Castillo y 2 de Mayo es una pesadilla. Los reclamos se apilan, pero la inacción del gobierno municipal y provincial ha sido la única respuesta constante. Los líquidos cloacales de más de 600,000 mendocinos, transportados por una colectora obsoleta y sin mantenimiento, brotan en calles, acequias y hasta en la puerta de las casas, generando un olor fétido insoportable y un foco infeccioso permanente.

Ahora, con la situación desbordada y más de 500 hectáreas productivas arruinadas por el agua contaminada, el Concejo Deliberante aprueba una emergencia. ¿La solución? Ninguna a la vista. Mientras tanto, los funcionarios se lanzan la pelota. El director de Ambiente municipal, Juan Correa, admitió con una sinceridad alarmante que la infraestructura tiene 40 años y que «sin mantenimiento adecuado puede colapsar», una confesión de negligencia que los vecinos sufren en carne propia.

Por su parte, el superintendente de Irrigación, Sergio Marinelli, habla de «vuelcos clandestinos» y de futuras conexiones que «van a mejorar la calidad», promesas vacías para quienes hoy ven sus cosechas podrirse y su salud en riesgo. La declaración de emergencia suena a burla, a un intento desesperado por cubrir con un titular la inoperancia que ha permitido que miles de personas vivan en condiciones infrahumanas. La pregunta de los vecinos es simple y brutal: ¿cuántos años más de desidia y enfermedad tendrán que soportar?