
«No quiero otro Fernando Báez Sosa». Con esa frase, Agustín, un joven mendocino de 19 años, resume el terror que vivió en el boliche Grita Silencio de Chacras de Coria. Su sueño de estudiar producción musical quedó en suspenso: un grupo de rugbiers cordobeses le dio una paliza tan brutal que le reventaron el tímpano derecho, dejándole secuelas auditivas graves.
El hecho ocurrió la noche del 27 de septiembre. Agustín se cruzó con un grupo de chicos de su edad que habían venido desde Córdoba para ver la final entre el Jockey Club y Marista. Todo iba bien hasta que el tema de conversación cambió. «Como no me interesaba hablar de rugby, se empezaron a poner violentos», relató la víctima.
La violencia escaló rápido. «Me agarraron entre dos, me rompieron la remera y me pegaron en la boca», contó. Lo peor vino después: los patovicas sacaron a Agustín del boliche, dejándolo solo y a merced de los agresores afuera. «Hicieron una ronda a mi alrededor… Me cagaron a piñas, me tiraron al piso y me pegaron en la cabeza. Pensaba que me iban a matar».
A más de un mes del ataque, la impunidad duele tanto como los golpes. Si bien la madre de Agustín intentó contactar al club cordobés, recibió una respuesta intimidante: «Uno de los entrenadores amenazó a mi mamá diciéndole que el presidente del club es abogado penalista».
A pesar de las trabas, Agustín logró identificar a uno de los agresores por redes sociales y amplió su denuncia. Mientras espera justicia, su vida cambió drásticamente: no puede meterse a una pileta, debe bañarse con tapones y el dolor es constante. «Me partió al medio ver lo de Báez Sosa, me sentí muy identificado», confesó, esperando que su caso no quede en la nada.