Tras la paliza a Milei, Cornejo busca esconder a Petri: el candidato que «no lo quiere ni su familia».

El terremoto político provocado por la paliza electoral que el peronismo le propinó a Javier Milei en Buenos Aires retumbó con furia en Mendoza y desató el pánico en el despacho de Alfredo Cornejo. Lejos de la falsa tranquilidad que intentan vender sus voceros, la pregunta que carcome al radicalismo es cómo despegarse de un barco que se hunde. La orden es clara: blindar Mendoza a cualquier costo, aunque la alianza con La Libertad Avanza se haya convertido en un abrazo mortal.

El principal problema de Cornejo tiene nombre y apellido: Luis Petri. El ministro de Defensa libertario, que fue la gran apuesta personal del gobernador para la campaña, es ahora un ancla impresentable. «Hay que esconderlo, ni la familia lo quiere», es el comentario malicioso que recorre los pasillos de la Casa de Gobierno. La figura de Petri, asociada directamente al fracaso y la soberbia del gobierno nacional, se ha vuelto tóxica, y Cornejo no sabe cómo sacárselo de encima sin admitir su catastrófico error de cálculo.

Mientras el gobierno local intenta simular calma, la realidad económica golpea la puerta. La derrota de Milei no fue ideológica, fue el resultado directo del brutal ajuste, la recesión y la licuadora de salarios y jubilaciones. La gente votó con el bolsillo vacío. Las encuestas que antes inflaban al oficialismo mendocino ahora son papeles mojados ante el temor de una debacle cambiaria.

La desesperación de Cornejo se agudiza al ver cómo su propia tropa empieza a rebelarse. El «sálvese quien pueda» ya comenzó. Figuras como Julio Cobos salieron públicamente a dinamitar la estrategia oficial, exigiendo un cambio de rumbo económico que Milei jamás concederá. La fractura interna es evidente: otros referentes radicales admiten en privado que prefieren que «pierdan los dos», refiriéndose a Milei y al kirchnerismo, dejando a Cornejo solo en su defensa de lo indefendible.

El gobierno nacional, lejos de la autocrítica, ratificó el rumbo del ajuste. Milei y Caputo duplicaron la apuesta, ignorando el castigo de las urnas. Esta soberbia es precisamente lo que capitaliza el peronismo. Emir Félix, presidente del PJ mendocino, lo resumió con ironía: «El que nos va a ayudar a ganar en Mendoza es el propio presidente».

Cornejo se enfrenta al peor escenario: quedó atrapado por su alianza con un gobierno que castiga a jubilados, discapacitados y universidades, un gobierno al que la sociedad le endilgó la etiqueta de «crueldad». El intento de «blindar» Mendoza parece una misión imposible cuando el contagio del fracaso nacional es total y su principal aliado local, Petri, es una figura que resta más de lo que suma.