El Banco Central publicita que compró millones de dólares, pero oculta que emitió más de 3 billones de pesos en un mes

El gobierno y el Banco Central publicitan con bombos y platillos que, tras la devaluación, el organismo logró sumar a las reservas 5.000 millones de dólares. Lo que no te cuentan es que, para hacerlo, tuvieron que “darle a la maquinita” de impresión de  pesos a marcha acelerada. Para recortar el impacto de este nivel de emisión, el Banco Central intentó aspirarlos a través de pases, un instrumento que sigue creciendo.

En efecto, desde la brutal devaluación que implicó el incremento del 118 por ciento del precio del dólar en la primera semana de gobierno de Javier Milei, el Banco Central (BCRA) logró revertir la tendencia vendedora de dólares y empezó a sumar divisas por algo más de 5.000 millones de dólares.

El cepo que sigue vigente para atesoramiento y la demora en la liquidación de importaciones -recién esta semana comenzaron a reactivarse- permitieron que Santiago Bausili –Presidente del Banco Central y socio de Luis Caputo– consiguiera incrementar las reservas, lo que debería continuarse en los próximos meses ya que el gobierno pactó con el FMI sumar reservas netas por 10.000 millones de dólares para fines de este año.

El problema es que esas compras de dólares que hace el BCRA en el mercado son realizadas a través de una descomunal emisión de pesos. Por cada dólar que ingresa, el Banco Central debe imprimir alrededor de 800 pesos, que se suman a la masa monetaria y fogonean la inflación. Si bien el gobierno ha insistido en que su objetivo consiste en evitar la expansión monetaria, en la práctica hace todo lo contrario.

De este modo, desde el 11 de diciembre las compras de dólares demandaron la emisión de más de 3,2 billones de pesos. A esto se sumó la emisión de 4,3 billones para desarmar las LELIQs; y el pago de intereses de los pasivos remunerados sumaron otros 2,8 billones. Para tratar de evitar un impacto aún más brutal sobre la inflación, el gobierno retiró de circulación, a través de pases, unos  11 billones. Pero se trata de pasivos remunerables que se triplicaron en un mes, por lo que si bien no influyen directamente sobre la inflación en lo inmediato, incrementan considerablemente la deuda y exponen al riesgo de que los bancos, en algún momento, decidan no renovarlos y volcar sus acreencias al mercado, lo que provocaría una catástrofe financiera y económica.

De este modo, también el gobierno de Milei recurre a la práctica de procrastinar, tan cara para Alberto Fernández. En síntesis, “lo atamo’ con alambre” y esperemos que las “fuerzas del cielo” eviten el colapso.